Rosario busca reposicionarse en el mapa de las grandes inversiones inmobiliarias con una estrategia urbana que toma impulso sobre sus últimas reservas de suelo verde. En este contexto, el Concejo Municipal deberá tratar durante mayo dos proyectos clave: uno en Fisherton, frente al aeropuerto internacional, y otro en el corazón de Nuevo Alberdi. Ambos apuntan a replicar, dentro de los límites urbanos de la ciudad, el exitoso modelo de baja densidad, usos mixtos y calidad ambiental que ha convertido a los corredores verdes metropolitanos —como Funes, Ibarlucea y Gral Lagos— en imanes para el capital privado.
El primer desarrollo se proyecta sobre un predio de 16 hectáreas en el oeste rosarino, frente al Aeropuerto Islas Malvinas. Allí se propone una urbanización de baja altura que combine residencias, espacios corporativos, servicios, comercios y polos gastronómicos, en un esquema de apertura de calles, integración paisajística y conexión con el entorno. La idea es consolidar una nueva centralidad urbana que articule la vida residencial con el desarrollo económico, sin perder escala barrial ni contacto con la naturaleza.
En paralelo, la llamada Manzana 7, dentro del plan especial de Nuevo Alberdi, busca activar una pieza estratégica del norte rosarino con un enfoque similar. El proyecto contempla usos residenciales y comerciales en un entorno pensado para crecer con infraestructura, calidad espacial y criterios de sostenibilidad.
Fisherton y Nuevo Alberdi se posicionan así como tierras fértiles para una nueva lógica de ciudad: más planificada, más integrada, y capaz de retener inversiones que hoy migran hacia el periurbano en busca de espacios abiertos y modelos de urbanización modernos.
El desafío de darle forma a este nuevo ciclo lo tiene, en esta primera instancia, el Concejo Municipal. La aprobación de estos convenios urbanísticos será clave para definir si Rosario logra disputar —y recuperar— el protagonismo que supo tener en la agenda del desarrollo inmobiliario regional.