El verano pasado, durante enero y febrero, salieron del país por todas las vías 2,9 millones de argentinos. Ese flujo, medido mes a mes por el Indec, se compuso en un 75% de “turistas” (pernoctaron en el exterior) y otro 25% de “excursionistas”, gente que va y vuelve en el mismo día para, por ejemplo, hacer compras.
Este año, la misma estadística oficial da pistas de cómo ambos caudales van a dispararse muy por encima en el verano. El tráfico de argentinos cruzando las fronteras crece de manera sostenida, y en septiembre, último mes publicado, estuvo 30% arriba de 2023 en turistas y 57% más en excursionistas. El simple arbitrario ejercicio de proyectar ambos porcentajes sobre los flujos estivales de 2023 anticipa un éxodo cercano a cuatro millones en esta temporada alta.
Un terrible problema para el turismo interno, motor importante de muchas economías regionales y ante todo para el comercio minorista, como la venta de indumentaria, calzado y ciertos productos tecnológicos –por citar los más aludidos–, ya que en las billeteras de los compatriotas que salen del país migra también una cuota fuerte del consumo de esos productos.
El dólar barato aceleró este fenómeno. Al cierre de la semana pasada, los dólares financieros aterrizaron en los $1.100 (apenas debajo el MEP, apenas arriba el CCL); el blue quedó un pelín encima ($1.135) y el oficial se acercó, al marcar $1.033.
En ese panorama, una comparación muy simple resulta gráfica. Es de Zara, marca emblema de los sectores medios: un jean de mujer, en Argentina, se consigue desde $100 mil pesos; en Chile, desde $ 36 mil, y en Brasil, desde $54 mil.
La misma camisa clásica para hombres puede comprarse a $90 mil, $36 mil y $54 mil, respectivamente.
El escenario anticipa larga vida a los tours de compras, y valijas y baúles cargados de regreso.