Los bancos centrales buscan seguridad en épocas de turbulencias.
«Gold! Always believe in your soul!». El metal amarillo es tan persistente como los ganchos musicales del grupo de pop de los 80 Spandau Ballet. El precio del oro ha subido cerca de un 15% en el último año, y un 10% desde los mínimos de octubre.
La subida de los tipos de interés y la creciente inquietud geopolítica han animado a los amantes del oro de todo el mundo. En un mundo que cada vez presenta más riesgos, ni siquiera la perspectiva de un aterrizaje suave de la economía estadounidense ha mermado mucho el atractivo del metal.
Por derecho, la creciente ola de optimismo económico debería hacer reflexionar a los amantes del oro. El oro es un depósito de valor bastante mejor que, por ejemplo, las criptomonedas. Su oferta es limitada. Las mineras producen de media sólo un 2,5% más al año. Y no plantean riesgo de liquidez o de contraparte. Sin embargo, el coste de oportunidad de mantenerlo es a veces demasiado alto para los inversores.
Normalmente, un aterrizaje suave podría considerarse uno de esos periodos. La economía estadounidense ha demostrado una notable resistencia a las sucesivas subidas de los tipos de interés. Ahora parece estar en buena forma. Según estrategas de Goldman Sachs, la probabilidad de que EEUU entre en recesión ha caído al 15%. En un escenario tan halagüeño, la bajada de los tipos debería ser un buen augurio para la renta variable, desviando la demanda del oro.
En cierta medida, eso ya ha ocurrido, si nos atenemos a las salidas de ETF de oro. Los activos invertidos en estos instrumentos han caído un 7% desde principios de año, según cálculos del Consejo Mundial del Oro.
Pero hay otro gran comprador. Los bancos centrales han aumentado sus participaciones. En los nueve primeros meses de 2023, han comprado un 14% más de oro que en el mismo periodo del año anterior. La experiencia del banco central ruso, que vio congeladas sus reservas denominadas en dólares tras la invasión de Ucrania, puede haber estimulado este impulso hacia la diversificación.
Esta tendencia aún tiene recorrido. En todo el mundo, los bancos centrales tienen alrededor del 14% de sus activos en oro. Los dólares estadounidenses representaban el 58% a finales de 2022, según el FMI. Incluso un pequeño reequilibrio podría tener grandes repercusiones en el relativamente pequeño mercado del oro.
Las compras de oro de los bancos centrales no sólo aportan demanda. También son señal de un orden mundial más díscolo. El oro es indestructible, como decían los Spandau. La paz, por desgracia, se desvanece más fácilmente.