Marcas de ropa Premium ganan terreno en Argentina

Barbour y Colmar ya abrieron su primera tienda en el país. Mientras tanto, Dolce & Gabbana estaría cada vez más avanzada en su plan para desembarcar con local propio antes de fin de año.

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En plena crisis de consumo y con una apertura comercial sin precedentes, el segmento de la indumentaria Premium vive un fenómeno inverso: el arribo sostenido de marcas globales que apuestan por posicionarse en el mercado argentino. A tono con la caída de aranceles y el auge de las importaciones, Barbour y Colmar ya abrieron su primera tienda en el barrio porteño de Belgrano. Y antes de fin de año se espera el desembarco de Dolce & Gabbana en el exclusivo shopping Patio Bullrich.

Mientras el ingreso de ropa desde el exterior ya representa casi el 70% del consumo interno, según datos de la Fundación ProTejer, estas nuevas aperturas ponen en evidencia la otra cara del boom importador: el regreso del lujo internacional, que llega con inversiones y propuestas diferenciales, pero también plantea nuevos desafíos a la industria textil nacional.

De la mano del grupo Olympea, la Avenida Juramento es ahora el punto de partida para dos marcas europeas con más de un siglo de historia. Se trata de Colmar, firma italiana de indumentaria deportiva y urbana, y Barbour, emblema británico de estilo clásico y funcionalidad, cuyas camperas enceradas vistieron a personajes icónicos como Lady Di y James Bond.

Ambas marcas comparten un local bajo el concepto de “multibrand store”, con foco en outerwear de alta calidad, pensado para climas fríos, actividades al aire libre y un consumidor urbano exigente. En palabras de la empresa, la tienda busca «cubrir un nicho aún no explotado en la Argentina», con una propuesta que fusiona historia, diseño y excelencia textil.

Colmar se especializa en líneas como Sport, orientada a esquí y deportes técnicos, y Originals, con camperas y plumíferos para uso urbano. Con presencia en ciudades como Milán, Londres y París, su desembarco local responde a la creciente demanda por marcas internacionales con identidad. Barbour, por su parte, vuelve a captar atención gracias a la serie The Crown, que revitalizó el look rural británico, hoy reinterpretado por una nueva generación de consumidores.

El precio de venta al público de estas marcas refleja también sin disimulo su posicionamiento internacional. En la tienda oficial de Colmar en Argentina, por ejemplo, se ofrecen camperas de plumas por más de $600.000, pantalones de esquí a $375.000 y buzos básicos que superan los $150.000. Se trata de valores que, por su magnitud, quedan fuera del alcance del grueso del mercado local, pero que apuntan a un nicho con capacidad de consumo y preferencias bien marcadas.

Dolce & Gabbana, en la mira

En ese contexto, también circula la versión de que la firma italiana Dolce & Gabbana podría desembarcar en el país antes de fin de año, a través de un modelo de tienda propia o multimarcas. Si bien la apertura no está confirmada oficialmente, fuentes del sector aseguran que existen avances en conversaciones y análisis de locaciones. La presencia de la marca ya está instalada en el mercado argentino de manera informal, con productos traídos por viajeros o comercializados en tiendas no oficiales. Una llegada formal permitiría regularizar la oferta y ampliar su presencia en el país.

Lo cierto es que la llegada de estas marcas se da en un contexto de desregulación progresiva del comercio exterior. El Gobierno viene incentivando la implementación de un esquema más abierto para la importación de bienes, incluyendo indumentaria, calzado y accesorios. Esto favoreció a empresas con espalda financiera y acceso a dólares, pero profundizó el desequilibrio con el entramado industrial local, que denuncia competencia desigual y pérdida de mercado. Cada vez son más las empresas nacionales que están suspendiendo trabajadores y acortando turnos ante la caída del consumo y con costos internos elevados.

Mientras tanto, el escenario refleja una segmentación cada vez más marcada del consumo y anticipa posibles tensiones en el mercado interno. Para algunos, el regreso de marcas globales es un síntoma de “normalización” comercial. Para otros, un espejo del modelo económico excluyente que se profundiza.

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