Más de 9 billones de dólares (8,5 billones de euros). Ese es el precio del golpe de efecto que Donald Trump quiere efectuar para inmortalizar su regreso a la Casa Blanca en sus primeros cien días de mandato. Ante la imposible tarea de orquestar una deportación masiva de millones de inmigrantes en ese plazo, ejecutar la mayor rebaja fiscal en la historia de EEUU es la alternativa que tiene más a mano para empezar a cumplir sus promesas electorales, aun a costa de disparar el déficit público del país a cotas igualmente nunca vistas.
Trump no ha perdido el tiempo y nada más confirmarse que además del Despacho Oval también controla el Capitolio, ha puesto a trabajar a Mike Johnson, portavoz de la Cámara de Representantes, para que no haya ni una sola voz discrepante en las filas republicanas y poder aprobar la reforma fiscal en menos de tres meses desde que asuma la presidencia.
Incluso podría ser su gran anuncio el día de la investidura, prevista para el 20 de enero de 2025. Hay que tener en cuenta que el nuevo Congreso, controlado por los republicanos, no se constituirá hasta el 6 de enero. Tiempo suficiente para poner orden entre los díscolos congresistas republicanos, que ante la ausencia de un liderazgo claro, llevan dos años peleándose por los pasillos del Capitolio. Pero eso se acabó con el regreso de Trump a la Casa Blanca.
Para sacar adelante la reforma fiscal, cuenta con la ventaja de que ya ha recorrido la mitad del camino. Para cumplir con gran parte de su promesa electoral, le vale con prorrogar la rebaja de impuestos que él mismo aprobó en su anterior legislatura, en 2017, y que vencerá en 2025. Ese fue el gran legado de su administración y pretende reeditarlo.
Antes de los comicios, cuando se esperaba que de las urnas saliera un Congreso dividido, los demócratas pretendían forzar las negociaciones para incluir algunas de sus demandas, aunque Kamala Harris no hubiera logrado hacerse con el Despacho Oval. Su intención pasaba por intentar subir los impuestos a los ricos y a las multinacionales, pero tras la sorprendente victoria de los republicanos, ese escenario ya no está sobre la mesa. Más bien, todo lo contrario.
Si bien se trata de una rebaja fiscal generalizada, para gran parte de la población simplemente estaríamos hablando de una prórroga que servirá para no aumentar su carga impositiva a los niveles anteriores a Trump. Sin embargo, para las empresas sí se trata de un nuevo escenario que incluso hace que muchas se olviden del coste extra que les supondrá la entrada en vigor de los aranceles y las guerras comerciales.
Déficit público
En total, el plan en el que Trump trabaja a contrarreloj para que esté listo en sus primeros cien días contempla una rebaja en el Impuesto de Sociedades de alrededor de 200.000 millones de dólares, una vez que el tipo impositivo baje del 21% al 15%. Hay que recordar que la propuesta de Kamala Harris contemplaba elevarlo hasta el 28% (entre otras subidas fiscales); y que fue Trump quien lo situó en el 21% en 2017, cuando era del 35%. Bajo la tutela de Trump, ha pasado de ser uno de los más altos del mundo, a uno de los más bonificados.
Ahora bien, necesita todavía el visto bueno de la mayoría de los congresistas de su partido para sacar adelante su propuesta. Y aunque con una mayoría como la que ha logrado en las elecciones, debería tener vía libre para prorrogar la anterior reforma y añadir los retoques que considere oportunos sin tener que hacer concesiones, la rama más liberal podría oponerse si no es capaz de presentar una alternativa para contrarrestar el aumento del déficit público.
El simple hecho de prorrogar las medidas que ya están en vigor -y que benefició especialmente a empresas y hogares con menos recursos- tendrá un coste para las arcas públicas de más de 5 billones de dólares en la próxima década, a los que habrá que sumar otros cuatro billones de las promesas extra. Aquí entraría el recorte en Sociedades, aunque en realidad se trataría de una de las medidas más baratas de articular.
Dejar de gravar las horas extra sumará dos billones de dólares al déficit de EEUU en diez años. Trump también prometió ampliar los créditos fiscales por hijos y que las pensiones y las ayudas de la Seguridad Social estarían exentas, al igual que las propinas que reciben como parte de su salario empleados de sectores como la hostelería, el delivery o el transporte de pasajeros, entre otros muchos. Todas estas exenciones suman 1,6 billones de dólares más.
En total, algo más de 9 billones de dólares, en línea con los cálculos que manejan los analistas, que advierten sobre los riesgos, porque a esta cifra habría que añadir también el impacto de las deportaciones y los aranceles que se creen en el futuro, disparando el déficit público.
Hasta el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell,ha criticado el movimiento. Aunque nunca opina sobre política, sí ha dado la voz de alarma sobre las consecuencias de disparar el gasto público. «La deuda actual no es un problema; el problema es el camino insostenible en el déficit público, que amenaza el crecimiento de la economía de EEUU».
A Trump estas advertencias le dan igual, como ya ocurrió en 2017. Y tampoco le importan las críticas. Cuando se aprobó su primera rebaja, le acusaron de beneficiar de «forma abrumadora» a las rentas más altas del país. Y lo cierto es que las grandes fortunas salieron ganando, pero también los contribuyentes con menos recursos. Los impuestos bajaron para seis de cada diez hogares de EEUU con rentas más bajas.
A cambio, está por ver dónde se aplicarán los recortes en el gasto público para compensar la caída de ingresos. Es trabajo que recaerá en Elon Musk, el hombre más rico del mundo al que Trump ha encargado que vigile el derroche público. Educación y sanidad son dos de las partidas que podrían salir perdiendo.
Así es la agenda de «un dictador por un día»
«Dictador por un día». Cerrará las fronteras, pondrá a las petroleras a trabajar y rebajará impuestos. Después, ejercerá como presidente de un país democrático. Esa fue una de las promesas que hizo Donald Trump durante la campaña. Cómo no, desató la polémica al asegurar que pretendía ser un dictador, pero después matizó que sería solo durante las 24 primeras horas tras jurar el cargo, en lo que echa a andar su Administración. Lo que nadie sabía y los sondeos no predijeron es que Trump no solo volvería triunfal a la Casa Blanca, sino que además controlaría el Capitolio, además del Supremo, con una mayoría de jueces conservadores que él mismo nominó durante su anterior mandato. Para su primer día como nuevo presidente de EEUU (jurará el cargo el 20 de enero), tendrá que conformarse con rebajar impuestos y repartir indultos a todos los condenados por el asalto al Capitolio en 2021, tras perder contra Joe Biden. Aun así, Trump no renuncia a protagonizar «la mayor deportación de inmigrantes ilegales en la historia de EEUU». Simplemente, es algo que le llevará más tiempo del previsto, en lo que se adelanta será una larga batalla legal, con ciudades como Nueva York convertidas en santuarios dispuestos a defender su política migratoria del control federal. Poner fin a la agenda climática de su predecesor y levantar barreras comerciales serán sus siguientes pasos.