Las casas cápsula chinas ya son parte del mapa inmobiliario local y avanzan como una alternativa que combina rapidez de instalación, bajo mantenimiento y un nivel de equipamiento tecnológico cercano al de un hotel boutique. El fenómeno llegó tras la apuesta de Guido Tizado, fundador de Höli Haus, que viajó a China luego de ver un modelo en redes sociales y terminó cerrando acuerdos exclusivos para importar y adaptar estas unidades al gusto argentino. Hoy ya hay 20 cápsulas en el país, la mitad vendidas, y un plan para comenzar producción local en los próximos meses.
El atractivo central es que las unidades llegan terminadas, sin obra húmeda, listas para usar en horas. Se apoyan sobre una base firme, se conectan a electricidad, agua y desagüe, y quedan operativas. Con estructura de acero galvanizado, revestimientos de aluminio carbonatado y una estética interior basada en fibra de carbono de bambú, ofrecen durabilidad, cero oxidación, pisos radiantes, aire frío-calor, cortinas motorizadas y domótica integrada. Esta combinación las convierte en una propuesta pensada tanto para turismo premium como para uso cotidiano.
Un diferencial clave es la adaptación estética al mercado latinoamericano. El equipo de Höli Haus realizó varios viajes para ajustar materiales, colores, texturas e iluminación, logrando un diseño más sobrio y cercano al estilo escandinavo contemporáneo: líneas simples, tonos neutros y funcionalidad optimizada para la rutina local.
Usos, regulaciones y nuevas oportunidades
Las cápsulas fueron diseñadas para soportar climas extremos, lo que abre posibilidades en destinos como Patagonia, Mendoza o los valles serranos, donde la combinación de paisaje y aislamiento térmico es clave. Aunque surgieron como opción para turismo de alta gama, la demanda real diversificó los usos: glampings, estudios profesionales, oficinas remotas, ampliaciones de viviendas y hasta proyectos comerciales en terrenos alquilados.
Uno de los factores que más potencia su adopción es la movilidad: no requieren ser dueños del terreno para instalarlas. Se colocan, se explotan comercialmente y, si el proyecto cambia, se trasladan. Por normativa, se consideran bienes muebles, un punto que, lejos de complicar, permite flexibilizar permisos, acelerar decisiones y habilitar modelos de negocio temporarios o itinerantes.

Precios, entrega y logística
La línea disponible abarca desde cápsulas de 18 m², pensadas como habitación con baño, hasta versiones de 38 m² con cocina y living. También existe un modelo intermedio de 25 m², que comenzará a ensamblarse localmente, y una propuesta mayor de 76 m², formada por dos módulos combinados.
Los precios parten en u$s 39.000 + IVA (10,5%) para los modelos más compactos y superan los u$s 63.000 + IVA en los de 38 m² y los panorámicos.
Los plazos de entrega son de 120 días si se importan a pedido, aunque existe stock disponible para entrega inmediata. El esquema de pago es 30% al firmar, 30% a los 60 días y 40% al arribar al país. El transporte se calcula a razón de $3.500 por kilómetro, y el montaje final requiere grúa. Una vez apoyada, la cápsula queda lista para usar en el día.
Las unidades cuentan con tres años de garantía estructural y un año sobre equipamiento. Aunque el sistema tiene apenas siete años de historia, las fábricas proyectan una vida útil de hasta 70 años.
Tizado resume el fenómeno comparándolo con la evolución del mercado automotriz: “Así como los autos chinos pasaron de desconfianza a opción lógica, la vivienda modular seguirá el mismo camino”. Su objetivo es vender 10 cápsulas por mes y comenzar producción argentina para escalar a nivel regional. “En unos años —dice— lo raro no van a ser las casas móviles, sino seguir construyendo como siempre”.













